No se si lo que detonó esto fue un mensaje que recibí de mi amigo Joe en el que me informaba que su papá había muerto. Le dí mi más sentido pésame, después de un par de días le pregunté cómo estaba y su respuesta fue breve y dolorosa: "No hay muchas palabras hoy Adris, mi papá se fue"
Hoy no quería hablar sobre la muerte pero mis reflexiones me llevan hasta ahí, de manera inexorable y contundente como las palabras de mi amigo Joe.
En este día pienso que todo en esta vida es un paréntesis.
Existen paréntesis formidables como ese que fue mi infancia en casa de Moni Santiago en ese jardín plagado de árboles de ciruela, o en la alberca helada de casa de Crsiti Márquez. Paréntesis que de pronto se cierran cuando llega la adolescencia, la mente se revuelve y la vida se confunde.
El año que viví en Francia, un paréntesis que aun ahora me cuesta trabajo ubicar en el contexto de mi vida; me fui siendo una niña y regresé, no se si más madura pero sí con los sueños más claros y mis futuros más certeros; pero con los sentimientos desordenados y un corazón que entendió lo que era desbordarse de amor. Con muchas lecciones aprendidas y la mejor de todas: que soy una mujer valiente.
Unos paréntesis se cierran demasiado pronto, como mi vida junto a la de mi padre; y lo más doloroso es que no te das cuenta que se están cerrando, sientes que la vida de tus seres queridos se va apagando y te aferras a la idea de que ese paréntesis debe seguir abierto pero no sabes cómo mantenerlo así, y por más que trates, la vida dice otras cosas y elige otros caminos y no tienes más opción que cerrar el paréntesis. La muerte de los seres queridos hace eso, te deja sin palabras, cierra esos paréntesis de golpe y sólo te deja el desconcierto de vivir algo que tu definitivamente no elegiste.
No todos los paréntesis terminan con la muerte, es cierto. Unos se cierran simplemente porque creces (¿maduras? mmmm, no siempre) y tus intereses se van por otros lados, otros es mejor cerrarlos para proteger el corazón y otros tantos paréntesis los mantienes abiertos porque no te das cuenta de que es hora de cerrarlos, de dejarlos en el pasado y los arrastras a tu vida como lastres que no te dejan avanzar.
Hoy es uno de esos días en los que las palabras se agolpan en la garganta y me producen un realisimo y literal dolor físico. Cabe la posibilidad de que sólo sea gripa, pero siendo complicada de nacimiento me niego a pensar que tanto y tanto sentimiento sea el producto de un resfriado. ¡Ojalá y todo esto fluyera con un par de estornudos! ¡achú! y listo ¡a empezar el día!
No quiero sonar oportunista como aquellos que van recolectando frasecitas a lo largo del camino y las van publicando a diestra y siniestra como si fueran producto de profundas reflexiones personales (lease Pablo Coelho), pero... aun con paréntesis dolorosos me queda la convicción de que la vida (mi vida, ¡ésta vida!) vale la pena pensarla, reflexionarla, sentirla y sobre todo ¡vivirla! a cada momento y con cada paréntesis que se abre. Disfrutar o sufrir mientras están abiertos. Cerrarlos cuando es preciso o mantenerlos abiertos y gozarlos mientras duren así: abiertos en el corazón, amplios y llenos de ventanas en donde pueda correr el viento.
Hoy es uno de esos días en los que uno siente demasiado, lo supe desde el primer sorbo de café.