Mi papá viajaba constantemente al puerto, por lo general iba solo pero una vez me escogió como compañera de viaje. Nos fuimos en tren, reservamos una cabina que tenía camas literas y un diminuto lavabo que al darle la vuelta (o jalar una palanca, o apretar un botón) se convertía en WC. Yo escogí "la cama de arriba" y mi papá por supuesto que no puso objeción alguna, había pocas prohibiciones en esos viajes con él ya fuera a Veracruz, Tepoztlán o Manzanillo. Concilié el sueño con el vaivén de los vagones, el ruido de las ruedas rozando las vías y los esporádicos silbidos de la máquina; hasta que a primeras horas de la mañana, las notas de un triángulo de metal avisó que el desayuno estaba listo en el carro comedor. En el camino, papá y yo nos quedamos un momento en el espacio entre vagón y vagón sintiendo el aire y el olor de campo. Ahí el ruido era ensordecedor, así es que en esos momentos Chuchín y yo no platicamos, él veía el paisaje y yo sólo me limité a observar su sonrisa divertida pensando que mi mamá nunca me hubiera permitido estar en ese lugar tan peligroso ¡porque lo era!; pero mi papá era así, un poco irresponsable en lo que se refería al cuidado de sus hijos.
Lo que mejor recuerdo de ese viaje es ese breve momento entre vagones; cierro los ojos y puedo escuchar las ruedas del tren, el viento en la cara y la risa de mi papá..como si no hubiera sido en otra vida ya. Con el pelo todo revuelto, llegamos al carro comedor en donde desayuné, observé a través de la ventana el paisaje que pasaba velozmente ante mis ojos y soñé calladita, mientras mi papá leía el periódico.
Ya lo dijo Serrat: "son aquellas pequeñas cosas..."
Al llegar a Veracruz había que recibir un barco carguero para que mi papá supervisara la descarga de toneladas y toneladas de azúcar. Siempre me gustó ver a esos gigantes de acero acercarse lentamente, los marineros a bordo y los trabajadores del muelle en frenético movimiento hasta que finalmente el barco llegaba a su destino.
Después de mis largas horas leyendo a Emilio Salgari, yo ya me sentía experta en asuntos de barcos y de mar, sabía lo que era babor y estribor, la popa y la proa, y no es que eso fuera mucho saber sobre barcos pero a mis escasos años, "manejar ese vocabulario" me daba un sentido de agradable superioridad y de saberme casi parte de la tripulación. Yo sabía que los barcos no se van, sino que zarpan junto con los sueños de muchas jóvenes veracruzanas que depositaban sus anhelos en los apuestos marineros. Todavía puedo escuchar a papá decir "¡al abordaje mis valientes!" y así el Oso Hammeken, con una sola frase, lograba que un simple ascenso por una escalerilla de metal oxidado se convirtiera en la antesala de una nueva aventura . En la cubierta de ese barco yo lo veía más alto y apuesto que nunca, como todo un corsario.
Mi papá de barcos y marineros...muy diferente al papá de los jardines, azaleas blancas y Mme. Butterfly. Ahí también me gustaba, pero en su jardín era un hombre de carne y hueso.
Muchos años después regresé por cuestiones de trabajo a Veracruz Puerto, ahí nos recibiría el encargado del Acuario para llevarnos al arrecife. Camila, Martha, Ademir, Ricardo y yo aprendimos cómo cuidar a los corales, conocimos a un grupo de jóvenes que hacían intentos desesperados por proteger el arrecife, desembarcamos en una isla color esmeralda, rodeamos un diminuto islote que los lugareños llaman Cancuncito en donde la gente apenas y cabe pero aun así encuentra la manera de divertirse, en el Acuario conocimos a un pulpo que aprendió a abrir su jaula e irse a robar la comida de sus compañeros, y al día siguiente platicamos con un grupo de mujeres que hacían velas, jabones, envasaban miel de abeja, trabajaban de sol a sol y aun así apenas sobrevivían. En esa ocasión, Veracruz ya no fue el puerto que yo recordaba, pero lo pude reconocer todavía en la Parroquia, el Hotel Emporio y en las calles que todavía caminamos sin temor; y lo conocí un poco más en la pequeña Cuba.
Hoy me pesa que a Veracruz se le mencione con dolor, porque el lugar y su gente se merecen mucho mas de lo que están viviendo a últimas fechas.
Fe de erratas: había puesto bucanero cuando debí escribir corsario. Gracias.
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