El día de ayer fue crítico para mí. Todo iba conforme a la
rutina: levantarme, prepararme una taza de café y sacar a pasear a los perros.
Hasta ahí todo normal. ¡Vamos! Normal en una cabeza como la mía, en la que la
normalidad toma matices bastante curiosos, y digo curiosos por no decir
tormentosos, incongruentes y la mayoría de las veces irracionales. Algo que
estoy trabajando con mi terapeuta, y en días como ayer pienso que no he
aprovechado en mucho las sesiones. Este darle vueltas, y vueltas, y vueltas, y
vueltas, y vueltas, y vueltas a las cosas no conduce a nada bueno déjenme
decirles. Es cansado y en muchas ocasiones en ese girar vertiginoso dices cosas que no debes, malinterpretas conversaciones o escupes lo
primero que te viene a la mente sin reflexionar en el efecto que tendrán tus
palabras.
Vueltas y vueltas y vueltas.
Un amigo mío dice que las mujeres tenemos siete cerebros,
uno por cada pecado capital; otro amigo me dice que en realidad son 8 porque a
algún Papa (Gregorio Magno) se le
ocurrió quitar la vanidad (vanagloria) como pecado capital, aunque mi amigo prefirió
llamarle “moral de siete estantes”. En lo personal, prefiero tener la imagen de los 7 cerebros, me los imagino todos de diferentes colores,
encendiéndose y apagándose millones de veces en el día, algo así como una feria
de pueblo en la que todo son foquitos de colores, que se prenden y se apagan en
actividad constante, en constante
frenesí y por consiguiente en constante tormento. Todavía no estoy segura si
estos foquitos se apagan por la noche, tiendo a pensar que no, porque en muchas
ocasiones me despierto con mil ideas en la cabeza, por lo general 995 son
inútiles, pero cinco de ellas resultan mapas para llegar a soluciones que
arreglan el día.
Sin saber aun la teoría de mi amigo de los 7 cerebros (la
supe hasta la noche), después del desayuno me senté ante mi computadora
dispuesta a trabajar, la encendí y descubrí que ya no tenía el Office 365.
Entré en pánico, el programa no estaba por ningún lado. Resulta que hace unos
días renové el contrato y no se qué hice durante la instalación que lejos de
renovarlo ¡lo borré por completo!; hablé a José Manuel, mi mago/técnico,
intentamos varias soluciones pero nada funcionó, era un hecho innegable: había
eliminado el programa. Él me recomendó que hablara a Microsoft y lo hice
creyendo que no solucionaría mi problema; para mi sorpresa me atendió una
señorita desde Colombia de lo más amable, tanto, que me preguntó sobre el clima
en el Distrito Federal y me habló del clima en Bogotá, sospecho que me sintió
tan alterada que pensó que si no me calmaba cualquier instrucción de su parte
sería inútil; una vez que hablamos del clima me tranquilicé: “Si esta mujer me
habla del clima a pesar de que ya le dije que mi Office había desaparecido por
completo no puede ser tan grave” pensé. Su táctica surtió efecto, yo creo que
además de experta de Microsft, debería ser psicoterapeuta. Acto seguido me
pidió permiso para ingresar a mi computadora de manera remota, me pidió que
cerrara todas las ventanas con datos personales y que “firmara” un contrato, lo
hice, y a partir de ahí crucé los brazos y ví cómo la flechita del cursor se
movía de un lado a otro mientras ella me explicaba lo que estaba haciendo para
solucionar mi problema. ¡Fue una sensación deliciosa observar dicha flechita
moverse de arriba abajo sin que yo la accionara! El problema quedó resuelto en
menos de diez minutos, ahora ya tengo todos los íconos y mi computadora y mi
vida están en armonía de nuevo.
Y ahí es en donde empezaron a intervenir los 7 cerebros
dando vuelta, y vueltas, y vueltas y vueltas a lo sucedido. No sé si en mis
reflexiones recorrí los 7 pecados capitales como tal pero sí algunos de ellos.
He aquí lo que pensé:
1. Me resultó un poco inquietante el hecho de que me diera
tanto placer que alguien más resolviera mi problema con mi Office 365. Ver esa
flechita moverse de manera eficiente, desenmarañando todo fue relajante
2. ¿Qué tanto me gustaría que alguien solucionara mis
problemas de esa manera? No se si siempre, pero de pronto sí que se me antoja
3. ¿Qué tanto me gustaría que me arreglaran la vida cuando
mis siete cerebros de plano no se lograran poner de acuerdo? Que dicho sea de
paso, pocas veces lo hacen.
4. ¿Cómo es posible que se me ocurra todo esto a partir de
una consulta a Microsoft?
Vueltas y vueltas y vueltas y vueltas, y vueltas, y vueltas
y vueltas.
Esto de tener 7 cerebros es realmente agotador.
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